Por Guillermo Maldonado Pérez
Especial para El Diario Alternativo
Para la escritora Carolina Sanín, formada en la cuna misma del castellano, la innovación literaria no es ruptura vana sino progresión, innovación de continuidad en la mejor tradición
Tu cruz en el cielo desierto, el último libro de Carolina Sanín, parece surgir de la activa participación de la autora en las redes de comunicación actual: Twitter, Facebook, etc. La incorporación al relato literario de elementos y vivencias propias de los medios digitales es un hecho novedoso en la literatura colombiana.
La práctica de Sanín en redes es suficientemente conocida. Allí sus intervenciones ejercen diálogo docente, a veces punzante, de pensamiento y reflexión. ( Existe un grupo espontáneo de tuiteras – cultas, brillantes, inteligentes, y bellas-, que participan en debates con opiniones críticas de aguda percepción, y suelen enfurecer a una oposición poco reflexiva, más bien rencorosa y pasional).
Los seguidores de Carolina Sanín son numerosos; la quieren y admiran- otros no tanto-, por su inteligencia, valor e integridad. Sus tuits, de espíritu combativo, también amistosos y siempre pedagógicos, redactados con un dominio del idioma que conoce a la perfección – quizá sea ésta la mayor causa de los resquemores que suscita-. Siente verdadera pasión por el idioma que cultiva y defiende incluso con beligerancia; por ello dicta cursos para enseñar a escribir y hablar el español correctamente.
En una época la escritora relató en Twitter episodios de su vida amorosa, de una “traga”, como ella llama a sus amores; en la red los seguidores participaron de las confidencias, se divirtieron con los pormenores, que luego la escritora juntó con otras experiencias y escribió Tu cruz en el cielo desierto, poderosa reflexión sobre el amor de poco más de doscientas páginas. El libro describe la relación de la escritora con un poeta chileno – sin duda la cruz del cielo desierto es la de ella- residente en la lejana China. La situación geográfica insalvable de los amantes justifica la relación virtual, única que tuvo la pareja. (En literatura los recursos para salvar la incomunicación amorosa tienen un historial ilustre, según las épocas: cartas, diarios, papelitos a través de las celosías en los antiguos conventos, palomas mensajeras, oficios expertos de Celestina, etcétera.).
La novela, contada en primera persona – y en otras personas, pero siempre la misma-, abarca todos los ángulos posibles para mostrar el poliedro de una compleja relación sin cortapisas. No es un monólogo interior, es un monólogo íntimo; una confesión. ¿Ante quién? ¿Al lector? Ante ella misma. Siendo su propia lectora, voyeur de sí misma, la autora se extrapola en el lector desconocido para convertirse en otro, mutuos lectores los dos, intrusos y cómplices en la aventura- lectura que es – y debe ser- gozo compartido.
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“ Escribí este libro con absoluta libertad”, dijo la escritora. Declaración que permite comprender su planteamiento de intimidad sin tapujos, y trascender el acontecer erótico, fundamento de su mise en scene. Si la libertad empieza en el lenguaje, la escritora lleva su pasión hasta la cruz.
La portada de Tu cruz en el cielo desierto está diseñada con sobriedad: sobre fondo blanco se inscribe el título en tintas negro y violeta, tipografía mística, como de Semana Santa, o de Pasión. Los temas del libro son los esenciales de la literatura: Dios, la muerte, el amor, el deseo, la soledad, el dolor… Su título es un hallazgo; en principio sugiere el verso de un poeta del Siglo de Oro, de san Juan de la Cruz por ejemplo, de santa Teresa de Jesús, de sor Juana Inés de la Cruz, o de Dante Alighieri, maestro de amor de la escritora; poetas todos que supieron transubstanciar el amor humano al divino, el físico al místico, el pagano al santo, y alcanzaron en ello niveles superiores de intensidad expresiva, verdaderos hitos de la poesía occidental. Valga un fragmento de san Juan de la Cruz:
¡Oh noche, que guiaste!
¡oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amada con amado,
amada en el amado transformada!
Y de Tu cruz en el cielo desierto una cita al azar:
“Mi corazón ya no está yendo hacia otra parte, que es como está cuando busca su deseo. Le he oído que está ocupando el lugar de cámara de mi muerte. Y yo, acurrucada en un nudo de dolor, en el instante de empezar a nacer, ocupo el lugar del corazón roto de mi corazón”.
Pero el titulo – se descubre luego- es traducción personal de un verso de Gerad de Nerval, santo también, y mártir de la poesía.
Para la escritora Carolina Sanín formada en la cuna misma del castellano – escribió la biografía de Alfonso X el Sabio, rey a quien el idioma debe su renacimiento-, la innovación literaria no es ruptura vana sino progresión, innovación de continuidad en la mejor tradición: admiradora de los siglos XII y XIII, incorpora en sus afectos escritores del pasado lejano y reciente: Rulfo( el comienzo de su novela es un guiño rulfiano, casi un regreso a Comala), García Márquez (del que cita con admiración su espléndida obra), para luego, esta vez en solitario, adentrarse en los vericuetos propios y nada fáciles de su creación, original, dolorosa y profunda. Característica de esta prosa es el lenguaje, notable en desdoblamientos, ensimismamientos, trastrocamientos, palabras-espejo, pares de contrarios, pliegues barrocos, juegos de sentidos cambiantes, metáforas huérfanas, significados perdidos, y en especial la sorprendente inmersión poética que la acompaña.
El libro salió a luz de repente – primero en ebook, luego en libro físico-, en plena cuarentena, cuando todas las librerías del país se encontraban cerradas; sin embargo ha sido un libro esperado, recibido con ansiedad por adeptos, tuiteros que lo leen en voz alta, fotografían páginas, fragmentos, etc. Son muchos los lectores, jóvenes y no tan jóvenes, que mantienen viva interacción con este libro, potente fenómeno en la relación autor – lector.
La escritora pareció tomar de Twitter la compresión de la prosa, su lenguaje hacia adentro, cortado con precisión de cubo virtualmente continuo, como caracteres de un hilo incesante.